Al nacer, lo niños sumamente sensibles, con capacidad de percibir los mensajes conscientes e inconscientes de quienes les rodean, son obligados por el sistema a normalizar su visión acorde a los ciegos que no ven. Vivimos en un mundo donde a los cuerdos nos llaman trastornados y nos diagnostican numerosas enfermedades psicológicas que, en realidad, no dejan de ser mecanismos de defensa que usamos para tratar de no enloquecer ante tanta incoherencia.
En este caso, hablaremos de la DEPRESIÓN, entendida como un modo de actuar que lo que pretende es quitar presión a nuestra realidad, dejarse caer, no andar y eludir todo tipo de responsabilidades porque, en el fondo, me digo: “No sé qué hago aquí ni sé cómo gestionar este mundo. Me siento definitivamente distint@ a mi entorno y no logro encajar. No me siento capaz. Nada tiene sentido si tengo en cuenta lo que percibo. No me siento comprendid@ y además me siento culpable por no poder adaptarme.”
Desde estos sentimientos es imposible establecer relaciones equilibradas y reales ni tener una vida normal.
La buena noticia:
Antes de nada, aclarar que los locos son los que mantienen este sistema. Un sistema que te etiqueta como “un@ enfermo@ depresiv@” cuando, por mi experiencia, lo que eres, en realidad, es más sabi@ que la media, altamente sensible y muy perceptiv@.
La mala noticia:
En la infancia, puede que fueras herid@ por el ambiente en el que te criaste pero, en la edad adulta, el daño te lo causas tú a ti mism@, anulándote o interpretando personajes para ser aceptad@.
Puede que te criaras en entornos de apariencia “normal” o con excesos de conflictos y juicios; en ambientes donde se ocultaba la información, donde no se hablaba de sentimientos ni de los problemas reales, donde se encubrían opiniones y miedos… Esas actitudes fueron tu modelo. Puede que para no verlo, perdieras la capacidad de concentración o redujeras el nivel de atención. Sencillamente aprendiste a desconectarte. Pero este mecanismo de evasión provoca que de adulto tu capacidad de razonamiento se ralentice, lo que dificulta la facultad de tomar decisiones, por no hablar de que reduce notablemente tu productividad laboral y la posibilidad de ver el mundo de manera objetiva.
De pequeño, posiblemente fuiste un bebé no deseado o tus progenitores te sintieron como una carga, pero ahora tú eliges crearte un escenario que responde a este sentimiento de rechazo. ¿Cómo? Eligiendo trabajos que te frustran, parejas que no deseas, casándote porque «es lo que toca«, teniendo hijos porque crees que te harán feliz,… El rechazo de mamá o papá ahora se ha transformado en las malas caras de un jefe, una pareja, un hijo o un compañero de trabajo.
Controlas cada detalle buscando la perfección para así recibir la aprobación pero lamento comunicarte que la perfección no existe y que ese comportamiento te hará sumamente infeliz. Para empeorarlo, al ser imperfecto, te criticas y así reproduces tú mism@ lo que estabas acostumbrado a recibir del exterior.
Definitivamente, ahora te haces lo que te hicieron.”
Un motivo para ilusionarte
Siempre existe un motivo para hacer un proceso de conocimiento y aceptación de quién eres. Eres diferente a tu familia, a tus amigos de la infancia, a la mayor parte de tus compañeros de trabajo,… En realidad, en esencia, todos somos únicos.
Muchas veces esta motivación viene dada por evitar el sufrimiento de alguien que te importa. Empiezas el camino por otra persona a la que amas, para evitar su preocupación cuando te ve sufrir, pero debes continuar por TI y para TI porque, en algún momento del proceso, deberás soltarte de a quien te agarraste. Si te mantienes sostenido artificialmente de esa persona, nunca terminarás lo que empezaste.