La primera vez que nos sentimos indefensos fue nada más llegar a este mundo, siendo bebés, y aprendimos un gran número de creencias.
Puede que te habituaras a no tener lo que deseabas cuando llorabas porque mamá no venía, o porque llegaba con impaciencia a que satisficieras tus necesidades lo antes posible. Al final, te conformabas y no pedías. Si además el bebé siente que mamá está enfadada, cree que es con él, aunque desconoce el motivo, y aprende a no molestar para que mamá le quiera o a imitar el comportamiento de mamá para ser de su agrado. El resultado es que, sin darse cuenta, así se relacionará con sus parejas y amigos íntimos, anulándose o representando un personaje (triste o de eterna sonrisa, obediente, conformista o callad@). Y ahora ya ni siquiera recuerda lo que le gusta en realidad porque aprendió a olvidar lo que requiere. Este modo de comportarnos nos empuja a la depresión.
Si de bebé te sentiste desprotegido, la primera experiencia que tienes del mundo es que es peligroso y puede que tu cuerpo lo somatice manteniéndose gordo para parecer más grande y así «asustar a los enemigos». En esas situaciones, es muy probable que almacenes una gran ira hacia tus progenitores por no haberte ofrecido seguridad y que te mantengas en una constante alerta en tu día a día. Pero ya no es real y puede derivar en problemas de ansiedad, estrés u otros de mayor gravedad.
Sacamos conclusiones de cómo tratar a los modelos de autoridad, por ejemplo, a los que serán nuestros jefes. Asimilamos verdades incuestionables de cómo son los hombres o las mujeres, o cómo tiene que ser la pareja, aceptando de manera inconsciente la visión de mamá y papá.
Si papá no cuidó de mí porque estaba todo el día trabajando o enfermo, puede que tenga una imagen de que los hombres no se responsabilizan o se desentienden.
En tu trabajo, puede que sientas que todo lo tienes que hacer tú, o que no importa tu opinión y de nada sirve quejarse.
Quizás hayas visto como natural el engaño o la apariencia si en tu familia era habitual no expresar lo que se sentía y se evitaba hablar de lo importante. Nada de conflictos y todo «corrección». Pero esa información se ha almacenado en un baúl secreto a punto de reventar y, con esos antecedentes, la probabilidad de ser traicionad@ o de sentirse utilizad@ por tu entorno actual es muy alta porque, en esencia, no sabes relacionarte desde la autenticidad y la honestidad.
La peor consecuencia. Nos deja una sensación de que no sabemos para qué estamos aquí «si incomodo», «si molesto«. Y, por otro lado, se requiere de esa vulnerabilidad para enamorarse de verdad, de Ser a Ser. Es difícil conectar con el amor si te acostumbraste a no recibir cariño y de fondo hay un sentimiento de no merecimiento o si existe una asociación entre vulnerabilidad y sensación de peligro.
«No soy valioso» , «No importo» , «No me quieren» son pensamientos no reales que se han quedado congelados dentro de muchos de nosotros. Pero, en la edad adulta, tu valor y el amor hacia ti mismo sólo dependen de ti. Sanar esas heridas y convertirlas en sabiduría es nuestra responsabilidad.