El dolor del alma o los síntomas físicos aparecen para darnos información sobre cómo estamos traicionando a nuestro corazón. Y se puede vivir como una experiencia sanadora y liberadora, o como un profundo infierno.
Para no atravesar el dolor, se puede elegir no sentir, no escuchar, no entender,… en definitiva, atontarse o anularse, para finalmente dejar pasar los días hasta que por fin llegue el momento de la muerte y que todo siga igual. Pero también se puede optar por enfrentarse a esa mezcla de adrenalina, cortisol y dopamina que produce experimentar la vida y ver qué quiere decirnos el dolor (de qué nos tenemos que despedir o qué tenemos que cambiar).
Las situaciones de miedo máximo fomentan que de forma natural la mente se ponga en alerta, los sentidos se agudicen, el corazón lata más fuerte, disminuyan los dolores y que todo el cuerpo se encuentre preparado para la acción. Está listo para tomar decisiones, para hacer.
Enfrentarse al miedo refuerza la sensación de seguridad y activa la creatividad.
Por mucho que quieras controlar tu vida, si no haces o si no descubres qué es lo que no haces y deberías, nunca tendrás la sensación de seguridad.
¿Cómo es más fácil enfrentarse al miedo?
Estando rodead@ de oxitocina, que en el mundo real puede traducirse en tener la sensación de estar respaldado con el cariño de personas de plena confianza, sin engaños ni medias verdades, que quieran lo mejor para ti, sea lo que sea que signifique.
¿Se ve la realidad del mismo modo después de haber atravesado el dolor y el miedo?
La respuesta podría ser otra pregunta. ¿Se ve la realidad igual con gafas que sin ellas? Del mismo modo, el miedo y el dolor nublan nuestra visión.
¿Cuándo el dolor se convierte en sufrimiento?
El dolor se convierte en sufrimiento cuando no se experimenta como parte de un punto del camino hacia algún sitio que merezca la pena. Por ejemplo, cuando una mujer da a luz, normalmente es un proceso tremendamente doloroso pero nunca lo llamará sufrimiento porque esa intensidad le llevó a tener a su bebé en sus brazos, lo que le hace sentir sumamente feliz. Por eso, si el dolor no te lleva hacia la sanación (hacia el amor), el proceso provocará sufrimiento.
¿Cuándo sentimos que ese dolor no va a ninguna parte?
Cuando no somos coherentes con lo que deseamos en realidad. Cuando no seguimos a nuestro corazón de manera honesta. Cuando hace tanto tiempo que nos privamos de desear que ya no sabemos qué es lo que queremos de verdad. En definitiva, cuando nos empeñamos en vivir en la calle Piruleta de mi ciudad imaginaria.
Y mientras tanto…
Y mientras tanto, la enfermedad avanza. Pero sólo cumple tus órdenes. Tu cuerpo sólo obedece. Te sigue desde tu incoherencia y encima te irritas.
Por tu bien…
Si cada vez que tienes un dolor, observas sin juicio y aceptas lo que te quiere decir, sea lo que sea, poco a poco ese dolor te transformará por dentro y te hará madurar, provocando alcanzar una versión mejorada de ti mism@, el mejor motivo para tolerar el dolor.
Y si YO empiezo a ser YO y TÚ empiezas a ser TÚ, muy probablemente el puzzle de la existencia se monte de otra manera a cuando nos conocimos desde el TÚ que no eras TÚ y YO que no era YO. Pero lo bonito es que siempre estaremos con quien ama que YO sea YO, unidos por el amor real, y entrelazados con una enorme sensación de cariño con las personas del pasado que me ayudaron a ser YO.